Al estallar el conflicto, la Luftwaffe, dirigida por Hermann Göring, dispuso de una relativa superioridad, probada en España, en comparación con las fuerzas aéreas de otros países implicados en la guerra.
Göring llegó a declarar: "Estados Unidos podrá producir Fords y Chevrolets, pero no podrá nunca fabricar buenos aviones."
A pesar de una capacidad de producción cuantitativamente inferior en Alemania, gracias a la calidad de las aeronaves, de sus pilotos y sus novedosas estrategias, demostraron su superioridad en los primeros años de la guerra, frente a las fuerzas aéreas aliadas.
Atacando de manera combinada con las unidades motorizadas y blindadas, participaron en las victorias de las campañas de Polonia y Francia.
A pesar de las numerosas victorias aéreas de los pilotos alemanes y su preparación, la Luftwaffe, por una estrategia errónea y mal dirigida, fue derrotada en 1940 durante la Batalla de Inglaterra, donde perdió numeroso material y pilotos experimentados.
Posteriormente, fracasó nuevamente en la defensa y aprovisionamiento de la Wehrmacht sitiada y derrotada en Stalingrado.
A partir de entonces, al igual que ocurrió con el resto del ejército alemán, cedió la capacidad ofensiva y paulativamente se centró en la defensa del suelo alemán frente a los bombardeos masivos a la población civil por parte de los aliados.
A petición de la Luftwaffe, en agosto de 1942 se realizaron experimentos de congelación y despresurización en el campo de concentración de Dachau con prisioneros, muchos de los cuales resultaron muertos.
Durante toda la guerra, los pilotos alemanes reclamaron el derribo de aproximadamente 70.000 aeronaves aliadas, de las cuales 15.400 fueron derribadas por apenas 105 pilotos de la Luftwaffe, que superaron las cien victorias de manera individual.